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A los 102 años falleció la ex Primera Dama, Leonor Oyarzún de Aylwin.

“Ayudar a los niños es una inversión social y un imperativo moral”, recordaba con orgullo.

Por : | 21 Enero 2022
“Ayudar a los niños es una inversión social y un imperativo moral”, recordaba con orgullo.

“Leonor Oyarzún Ivanovic nació el 10 de marzo de 1919, en Curicó. Hija mayor de Manuel Oyarzún Lorca y de Anita Ivanovic Roccatagliata, vivió los primeros años de su infancia en Antofagasta. En 1929 la familia se trasladó a vivir a la capital. Alta y delgada, reflexiva y buena alumna, Leonor cursó sus humanidades en el Liceo N°3 de niñas, ubicado en el viejo edificio de calle Manuel Rodríguez al llegar a la Alameda”. Así describe la Fundación Aylwin, los primeros años de la ex Primera Dama Leonor Oyarzún, quien falleció a los 102 años de edad y que deja un legado imborrable en las familias chilenas.

Durante los cuatro años de gobierno del Presidente Patricio Aylwin, Leonor Oyarzún asumió diversas tareas orientadas a los niños/as, las mujeres y las familias. Como Primera Dama inauguró la Dirección del Área Sociocultural de la Presidencia. Al año siguiente de asumir, inició el Programa de Promoción de la Mujer (PRODEMU), que propiciaba la inserción femenina en la sociedad. Otra de sus obras más simbólicas fue la creación de la Fundación de las Familias, cuyo fin era mejorar la calidad de vida de las familias más vulnerables de nuestro país.

Aunque su trabajo con más impacto y profundamente transformador, recayó en Funaco (Fundación Nacional de Ayuda a la Comunidad), convirtiéndola en la Fundación Nacional para el Desarrollo Integral del Menor, hoy conocida como Fundación Integra. Donde se profesionalizó la labor de las educadoras y se enfocó en la educación inicial de calidad, para niños y niñas que tenían entre dos a seis años y que pertenecían a familias de extrema pobreza, incluyendo entre ellos a niños/as con discapacidades y provenientes de etnias originarias.

“La instauración de Integra significó la transformación de una institución asistencial a una educativa, profesionalizando sus servicios, incorporando educadoras de párvulos y convirtiendo a las funcionarias en auxiliares, para transformar los centros abiertos en jardines infantiles. Ayudar a los niños es una inversión social y un imperativo moral”, recordaba con orgullo.