“Me hubiera gustado viajar en el tiempo para conocer a los dinosaurios”

-¿Cómo recuerdas la vida cuando el mundo no se extendía más allá de tus juguetes?

Llena de alucinaciones. Veía dinosaurios, robots gigantes, galaxias y explosiones por todas partes. Esperaba que llegara la noche para poder soñar. Amaba los sueños.

-¿Qué juguetes tenías, dónde se fueron tus juguetes?

Tuve algunos dinosaurios de plástico. Yo me hacía mis propios juguetes, con cartón, arcilla y pintura. Hacía naves y personajes de Star Wars, ya que en los años ochenta tenían precios prohibitivos. También hacía barcos, planetas y continentes con plasticina. La plasticina era mi juguete favorito, porque con ella podía hacer lo que mi imaginación me permitiera. No sé qué pasó con mis juguetes ni dónde están. Los imagino destruidos o enterrados bajo sedimentos de escombros. Imagino que serán desenterrados por algún cataclismo o por arqueólogos dentro de muchos siglos.

-¿Juego favorito, solo o acompañado?

Jugar a la escondida y Las naciones. Recuerdo que en primero o segundo básico corría entre los niños y niñas imaginando que estábamos en el mar y yo era un tiburón que podía atacarlos, pero no lo hacía porque eran mis amigas y amigos. Había visto la película tiburón a los 6 años y aunque el tiburón me daba mucho miedo, yo empaticé con él.

-¿Qué olores y sabores recuerdas de esa época?

Me encantaba la carne cruda, el azúcar flor y la miel. No recuerdo olores, salvo el del pan de pascua.

– ¿Qué llevas de tu infancia contigo?

La imaginación. O lo que queda de ella.

unu pacha tiyan

– Secretos que no le dijiste a mamá y/o papá

Bajo el block 1 de la Villa Portales había un perro herido (Tenía el hocico destrozado el pobre) en unas mantas, al que cuidamos con unos amigos.

– Jugaste con tierra, tomaste agua de la manguera… ¿Qué otras cosas hacías?

Como a los diez años, unos pescadores me regalaron unos tiburones pequeños que atraparon en sus redes. Uno que estaba vivo la solté en el mar. Recuerdo que casi me mordió. También solía buscar fósiles y minerales e hice un insectario.

– Cuéntanos ese recuerdo mítico del que todos se acuerdan menos tú… (Ese que tu mamá o tía saca a colación cuando le presentas a una amiga o estás reunido con la familia)

Cuando muy niño me creía Pinocho y me quedaba tirado inmóvil durante mucho tiempo, como un muñeco inerte. Dicen que podía estar horas así.

– ¿Recuerdas tu primer amor de infancia?

El primero no fue muy importante y ya tenía doce años. Dejé de ir a verla porque vivía muy lejos de mi casa y sentía que no había magia entre nosotros. Después, a los catorce me enamoré de verdad, perdidamente, aunque fue un amor epistolar y tormentoso.

– ¿Cuáles son los pequeños grandes triunfos que recuerdas?

Gané un concurso de conocimientos de Sábados Gigantes. Me preguntaban sobre los dinosaurios. El premio fue un viaje a Disneyworld. Fui con mi madre. No me gustó Disneyworld, pero me encantó Seaworld.

– ¿Qué súper poder te hubiera gustado tener y si lo tuvieras hoy…qué harías con él?

Viajar en el tiempo, para poder conocer a los dinosaurios.

-Tenías amigos imaginarios, si es así, ¿cómo eran y cómo se llamaban?

No. Nunca tuve amigos imaginarios. Y eso que cuando niño intentaba creer en Dios, pero no lo conseguí. Lo que sí recuerdo es que a los cuatro años conversaba con los perros y ellos me hablaban.

-¿Qué te daba miedo?

Los uniformados. Eran los setentas.

-¿Te perdiste, sí es así, dónde y cómo apareciste?

En la Fisa, en Cerrillos, en medio de la multitud. Me di cuenta de la horrible soledad y desamparo que se puede experimentar en medio de una multitud. Finalmente me encontraron unos compañeros de colegio.

“Mi infancia estaba llena de alucinaciones. Veía robots gigantes, galaxias y explosiones por todas partes. Esperaba que llegara la noche para poder soñar. Amaba los sueños”, dice el autor de Juan Buscamares.

– ¿Qué barrio, calle, edificio o balneario es el lugar de tu infancia?

Pichilemu.

¿Cuál era la trampa que hacías para no comer guatitas o la comida que no te gustaba?

La masticaba eternamente, pero no la tragaba.

– ¿Cuál fue tu mayor travesura?

Burlarme con dibujos de los matones del curso hasta hacerlos llorar. También escaparme del colegio e irme al Museo de Historia Natural.

– A qué personaje público invitarías a mirar con ojos de niño la realidad

A Charly García.

– Alguna pregunta para sumar a este cuestionario de Territorio Infancia

¿Qué soñabas en la infancia?

– Alguna persona o personaje que te gustaría para Territorio Infancia…

Al escritor Francisco Ortega.

Juego de niños

Muchas veces escuchamos a los adultos declarar que su hijo o hija “solamente va a jugar al jardín”, ¡y eso es lo correcto! Como adultos debemos fomentar el juego y no menospreciar esta actividad que es central en la vida de cualquier niño y fundamental para su desarrollo futuro. Porque en Integra conocemos los beneficios del juego, con orgullo podemos afirmar que los niños y niñas que asisten a nuestros más de 1000 jardines infantiles y salas cuna juegan cada día cerca de 7 horas.

En Integra, como educadores, sabemos que el juego es la forma espontánea y más potente para el aprendizaje en la primera infancia. Cada día vemos sus positivos efectos: ayuda a niños y niñas a fomentar la comunicación, sociabilidad, creatividad, imaginación y trabajo en equipo. Asimismo, los desafía y les da la posibilidad de demostrar y expresar sus emociones, necesidades y habilidades, ayudándolos a desarrollar un concepto positivo de sí mismos, a quererse y aceptarse como son, además de entregarles la posibilidad de opinar e interactuar con otros pares y adultos.

Es más: en 2014 le preguntamos a 2.347 niños y niñas de todo el país qué es lo que más les gusta de su jardín infantil, y el 53,2% respondió jugar. De ahí la importancia de que niños y niñas asistan a la educación parvularia, ya que en sus hogares muchos de ellos dedican sus horas a realizar labores domésticas o acompañan a sus padres y madres en sus trabajos en vez de jugar en espacios de respeto y buen trato, como lo son nuestros jardines infantiles y salas cuna, donde se promueven los derechos de niños y niñas; viven al máximo experiencias de aprendizaje a través del juego en un entorno protegido.

Jugar es un derecho infantil reconocido en la Convención sobre los Derechos del Niño y el mejor método para que niños y niñas aprendan. Reforzamos la idea de jugar más para que alcancen el máximo desarrollo de sus potencialidades y así transformen el mundo y hagan de Chile un país más inclusivo, justo y solidario.