Opinión

¿Incivilidades? Formación valórica desde la primera infancia
Con motivo de las elecciones presidenciales y de la formulación de los programas de gobierno de los candidatos y candidatas, ciertas temáticas que desde hace tiempo nos venÃan inquietando como las hoy llamadas “incivilidades”, han vuelto a surgir. Las propuestas se centran en mejorar la legislación, incorporando algunas nuevas expresiones de estas falencias de la convivencia cÃvica junto con aumentar penas y formas de cumplirlas; también es recurrente y popular la idea de contar con una mayor dotación de guardias municipales, policÃas y Carabineros con sus respectivos recursos de trabajo (camionetas, cámaras, etc.) y controlar efectivamente la inmigración y los sectores poblacionales que son centros de grupos delincuenciales de venta de drogas y armas, entre otros. En el ámbito de la educación lo que mayoritariamente se nombra, es la realización de programas de educación cÃvica.
Quienes nos movemos en los ámbitos de las ciencias humanas y estudiamos crÃticamente nuestros comportamientos sociales, vemos que el problema es mucho más complejo, por lo que se deben abordar otras dimensiones.
La forma en que se desarrolla la vida social y la formación humana a través de todos sus medios: familiar, formal (escuelas) y a través de otras instituciones, como los medios de comunicación y todo lo que reciben actualmente los niños y niñas a través del mundo digital desde muy pequeños, tienen una fuerte influencia en los tiempos actuales, con imágenes, juegos, pelÃculas, “influencers”, etc.; son poco analizados y modificados. No es ninguna novedad que la familia o cuidadores les acercan a los bebés el celular tempranamente, con sus “regalos” ocultos que favorecen la inmovilidad y el “inmediatismo” de las respuestas, afectando además su atención ocular.
Demás está decir, la transmisión de ciertos contenidos cuestionables en muchos casos: violencia, competencia, engaños, robos, bullying, entre otros. En relación a las series o pelÃculas que empiezan a observar niños y jóvenes, es notable la cantidad de estas producciones de tipo apocalÃptico, o que muestran “ingeniosos” robos de todo tipo con disfraces y prácticas que atraen al espectador, y que luego vemos en las calles de la ciudad; agreguemos los temas terrorÃficos unidos todos a mensajes de desesperanza, y la ausencia de ejemplos de personas o comunidades altruistas que laboran en función a otros seres humanos que necesitan compañÃa, cuidado u otros tipos de ayuda, a la par con sus contextos naturales y culturales.
Formar el tipo de humanidad que necesitamos para estos convulsionados tiempos, son por tanto “palabras mayores”, que parten desde la formación en la cuna de valores y virtudes vinculadas al amor y la convivencia; son esenciales el respeto, la generosidad y gratitud, la valoración de ambientes sanos -entre otros limpios y agradables-, y en especial, la confianza en que los humanos somos seres positivos que nos movilizamos para un mundo mejor.
Para favorecer estos aspectos, no se necesitan “clase de ética”, sino y -en primer lugar- de una familia presente y amorosa que apoye a los niños y jóvenes integralmente, y que sea un modelo real de lo que es un “ser cÃvico” honesto, solidario y responsable de sus acciones, tanto para el bien personal como el colectivo.
Sin dudas, no puede haber un fin social más importante que lo señalado, y la pregunta es ¿cuánto tiempo y dedicación intencionada le damos a ello? No se necesitan grandes recursos, sino conciencia y responsabilidad efectiva en la importancia de esta formación humana, que sólo la podemos hacer nosotros, otros seres humanos perfectibles. No somos sustituibles por celulares, otras pantallas, inteligencia artificial, grandes regalos, etc. Se requiere básicamente definición del sentido de nuestras vidas y de las nuevas generaciones, ciertos saberes y haceres que aprendemos en comunidades educativas, y en especial, mucho amor.
Ojalá éste sea el compromiso que no sólo los candidatos presidenciales asuman, si no todo habitante de este querido y hermoso paÃs, para que sus nuevas generaciones sean mejores personas en ambientes sanos y felices, como se merece todo ser humano que viene a esta vida.
MarÃa Victoria Peralta Espinosa
Presidenta de Fundación Integra, Premio Nacional de Educación 2019 y académica Universidad Central.