Opinión

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Análisis documental “Cien niños esperando un tren”

Análisis documental “Cien niños esperando un tren”

¿Por qué ver una película-documental del año 1988 en la que el director, Ignacio Agüero, nos presenta la travesía pedagógica e inspiradora de Alicia Vega, enseñando a niños y niñas, de una población de Santiago, a descubrir y apropiarse del lenguaje cinematográfico?.

Lo primero, es porque se trata de un acto de memoria. En un año especialmente sensible a recoger los trazos de una memoria que se vivifica para las generaciones pasadas, actuales y futuras, hacerlo es un acto de justicia. La década de los ’80 fue especialmente un tiempo dedicado a la construcción de un saber solidario y co-construido, al amparo de la educación popular.

Haciendo frente a la profunda desigualdad e injusticia social, fueron muchas y muchos, educadores/as, profesionales, trabajadores/as, quienes promovieron espacios de reflexión, de discusión crítica y de ánimo transformador de las condiciones sociales en las que se vivía. Alicia Vega hace eso y realiza esa co-construcción de saberes con niños y niñas de una población marginal de Santiago, niños y niñas que cartonean, venden en la feria, cuidan a hermanos/as menores y, sorteando el barro de la población, llegan a su taller, cada sábado para descubrir algo que resultaba prohibitivo en la lógica de la marginalidad.

Lo segundo, es señalar que se trata de un film que recrea la experiencia de trabajo con niños y niñas. Ellos/as son protagonistas. La cámara los/as acompaña mientras nos cuentan de su vida, mientras miran asombrados/as las proyecciones audiovisuales, mientras sus manos juguetonas confeccionan maravillosos artificios como un taumatropo o mientras, a bordo de una antigua micro “avenida Matta”, salen de la población para asistir a la exhibición de una película en un cine de la capital, un hecho inédito para la mayoría. Desde ese lugar protagónico para la niñez, el film nos plantea el sutil jaque mate al adultocentrismo. Son los niños y las niñas quienes transmiten un saber.

La mamá de Juanito comentará cómo se ha despertado la curiosidad de su hijo y reflexiona, muy honestamente, “los niños no son tan tontos como uno cree”. Porque la mirada adultocéntrica nos engaña haciéndonos creer que sólo adultos y adultas portamos saberes y que a los niños y niñas se les debe “entregar” ese saber adquirido. Pues no, en “Cien niños esperando un tren” son ellos/as quienes enseñan a los/as adultos/as, les muestran artificios y los acercan a nuevos conceptos, los hacen sonreír, maravillarse, sentir orgullo de esa lección. Lo refleja un papá entrevistado cuando dice: “Yo me siento y escucho”.

Finalmente, agregar que la trama nos conecta con un volver a lo simple y creativo porque ahí encontramos la humanidad que es el corazón de una pedagogía transformadora. Porque se nos refuerza que creer en lo que hacemos y mantener la convicción de ese trabajo honesto, simple y humano es la forma de acertar en la tarea. Cuando Alicia Vega le pregunta a las niñas y niños que asisten a la primera sesión del Taller de Cine, cuántos han visto una película en un cine de verdad, son muy pocos los que señalan que así ha sido.

Ella dice entonces “eso no importa porque desde ahora en adelante…” Y de eso se trata para muchos y muchas, desde un “de ahora y en adelante” transformar lo que era un privilegio, en un derecho. Eso nos anima a quienes trabajamos para, por y con la primera niñez.

Para a ver este film ingresa a la plataforma Ondamedia haciendo clic aquí, de forma gratuita.

Análisis realizado por Carolina Gaete Hernández, profesional del Departamento de Protección de Derechos (DPPI), Fundación Integra.