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Cuando niño inventaba postres

Alejandro Zambra, escritor.
Por : | 01 Junio 2016
Cuando niño inventaba postres

El escritor chileno, autor de novelas como “Bonsái” y “Formas de Volver a Casa”, se subió a la máquina del tiempo de Territorio Infancia para recordar esa época en la que compraba dos dulces por un peso.

-¿Cómo recuerdas la vida cuando el mundo no se extendía más allá de tus juguetes?
Me acuerdo de que a veces era muy tímido y al otro día totalmente desenvuelto. Mi mamá siempre dice eso: un día en la luna y el otro en la tierra. También recuerdo el entusiasmo, el despunte del entusiasmo, y la frustración cuando los demás no lo compartían. Bueno, recuerdo muchas cosas, en realidad. Los gatos, aunque nunca he dejado de tener gatos. Tuvimos al primero, que se llamaba Veloz, porque en la casa había ratones o peligro de ratones. Y desde entonces siempre estuve cerca de algún gato.

-¿Qué olores y sabores recuerdas de esa época?
El olor a porotos con riendas, definitivamente. La leche condensada. El Milo en polvo o de los jugos Yupi disolviéndose en la boca. Los dulces de dos por un peso. Las guagüitas. Los calugones Pelayo. Los chupones de manjar. Las sustancias. Las empanadas de queso que vendían en el supermercado Toqui.

– ¿Qué llevas de tu infancia contigo?
Más que nada recuerdos. Sí tengo un libro, o más bien un cuaderno que llenó mi mamá, “Mis primeros pasos”, donde hay mucha “información privilegiada”.

– ¿Jugaste con tierra o tomaste agua de la manguera? ¿qué otras cosas hacías?
Inventaba postres, estaba obsesionado con eso, me quedaban mal. Pero aprendí a hacer panqueques. Y tocaba la guitarra todo el día.

– Cuéntanos ese recuerdo mítico del que todos se acuerdan menos tú (ese que tu mamá o tía saca a colación cuando le presentas a una amiga).
Mi papá siempre se acuerda de cuando íbamos a pescar y yo me ponía a inventar historias con los pescados y los gusanos de tebo. De puro aburrido, supongo, me ponía a hacerlos conversar. Era como jugar a las muñecas, pero infinitamente más cruel. Él se acuerda porque los otros pescadores se reían de las cosas que yo inventaba, él también se reía, pero de vez en cuando me hacía callar, porque al parecer yo hablaba demasiado…

– ¿Recuerdas tu primer amor?
Sí. Una niña en Villa Alemana a la que le di un beso, a los cuatro años. Hay una foto en que salgo con ella y con otra niña, que no me gustaba y que ahora me parece muchísimo más bonita.
– ¿Qué súper poder te hubiera gustado tener y si lo tuvieras hoy…qué harías con él?
Viajar en el tiempo, definitivamente. Pero en ese tiempo habría viajado al futuro y ahora iría al pasado. Bueno, no sé, quizás también iría al futuro, no sé.

-Tenías amigos imaginarios, si es así, ¿cómo eran y cómo se llamaban?
Sí tenía, pero iban cambiando constantemente. Y después eran los gatos, que no son imaginarios, pero siempre hablaba con Veloz y luego con Veloz segundo.

-¿Qué te daba miedo?
Quedar ciego. Es lo que más me da miedo todavía. En realidad, cuando niño, era la sensación de oscuridad absoluta, en la pieza. Pero no a la oscuridad en sí misma. Una o dos veces recuerdo que no podía encontrar, a tientas, el interruptor de la luz.

– ¿Qué barrio, calle, edificio o balneario es el lugar de tu infancia?
Cuando nací vivíamos en la Villa Portales, pero a los dos meses nos fuimos a Valparaíso, al Cerro Alegre, y luego, cuando yo tenía dos años y hasta los cinco, vivimos en Villa Alemana. Mis primeros recuerdos son de Villa Alemana. Una casa grande, donde había un piano permanentemente cerrado (no teníamos la llave, era de los dueños de la casa, que no querían que se los ocupáramos), un parrón, un triciclo “para niños grandes” con el que jugábamos con mi hermana.
Pero al pensar en la infancia siempre la sitúo después, en la villa donde viví desde los cinco hasta los veinte años, en Maipú. Desde la pandereta, antes de que la cerraran, veías el Estadio Bueras, aunque en ese tiempo no jugaba el Magallanes ahí. Pero me pasaba siempre la pandereta y me iba al estadio y a una laguna que había al lado.

– ¿Cuál era la trampa que hacías para no comer guatitas o la comida que no te gustaba?
Nunca fui mañoso, la verdad, pero creo que no era común que me dieran guatitas. No me gustaban, pero recuerdo haberlas comida una vez. Lo único que nunca me gustó es el arroz con leche. Y me cuesta creer que a alguien pueda gustarle el arroz con leche.

– ¿Jugabas en la calle, si es así… cómo te llamaban para volver a casa?
Jugaba en la calle todo el día y tenía que volver cuando oscurecía.

– Alguna pregunta para sumar a este cuestionario de Territorio Infancia
¿Sabes qué nombre te habrían puesto si hubieras sido hombre/ mujer (depende del entrevistado)?