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Región Metropolitana

La educación es la única herencia que podemos dejar

Michaela Vilfranc, madre e inmigrante haitiana en Chile.
Por : | 13 Septiembre 2016
La educación es la única herencia que podemos dejar

Dentro de las diversas comunidades de inmigrantes que han arribado a Chile en los últimos años, tal vez una de las que debe superar mayores barreras desde el punto de vista cultural e idiomático sea la haitiana. Sin embargo, a punta de esfuerzo, perseverancia y unas ganas increíbles de superación, los haitianos en Chile han logrado integrarse a nuestra sociedad, manteniendo intactas sus tradiciones y también sus sueños. Es el caso de la familia Blanc Vilfranc que, como muchos de sus compatriotas e inmigrantes de otras nacionalidades, llegó a Chile con la esperanza de una mejor vida. “En Haití yo trabajaba como enfermera y mi marido como topógrafo. Yo quería venir a Chile y tener un hijo acá”, cuenta Michaela, quien vive junto a su marido Christian y su pequeña hija Nachkaela, de nacionalidad chilena, en Quilicura, Región Metropolitana. La niña, de tres años y siete meses, asiste desde hace un año al jardín Arturo Pérez Canto de la misma comuna.

¿Por qué traes a Nachkaela al jardín Arturo Pérez Canto? –le pregunto. “Porque la educación es lo más importante para una niña, es la única herencia que podemos dejarle. Es algo que nadie podrá arrebatarle durante su vida”, responde Michaela, segura de que sus palabras son una verdad absoluta.

“Cuando ella va al jardín no es la niña inmigrante, es una niña querida, acogida y tratada con mucho cariño, es una niña feliz”, señala con su acento mezcla de francés y castellano. Su testimonio no solo da fe de las dificultades y prejuicios que deben enfrenar los inmigrantes en nuestro país, sino del rol esencial que cumple la educación como un espacio de aceptación e integración social.

Teresa Calfueque, tía y directora del jardín, concuerda con la mamá de Nachkaela y cuenta que ella no recibe ningún trato especial, sino que simplemente es feliz haciendo lo mismo que otros niños y niñas de su edad: jugando. “Al entrar al jardín se olvidan las diferencias de clase y de razas, los niños no tienen prejuicios, por lo que es fácil impulsar el sello Integra del buen trato y el respeto con acciones que promueven la integración multicultural desde la cuna”, explica.

Entonces, le pregunto a Nachkaela qué es lo que más le gusta cuando está en jardín. “Jugar”, cuenta sonriente, mientras salta entre las piernas de su mamá. ¡Y qué otra cosa podría gustarle más a un niño!
Michaela explica que para su hija las tías son una especie de “amigas grandes”. “Al llegar a la casa habla de ellas todo el día, de cómo la cuidan, cómo juegan, cómo le cuentan historias y siempre quiere que la tía vaya a nuestra casa”. Con ese entusiasmo, no sorprende que Nachkaela tenga una asistencia ejemplar que solo se ve interrumpida cuando está muy enferma. “Mi marido trabaja, así que yo me encargo de llevarla a pie al jardín todos los días porque vivimos muy cerca”.

Esa perseverancia y alegría por aprender han dado sus frutos, pues la niña se maneja cada vez mejor con los distintos idiomas que debe combinar en el día a día: francés, creolé –lengua criolla haitiana- y castellano. “Eso me ayuda mucho, porque con ella aprendo a hablar mejor”, confiesa Michaela y agrega que su marido cree tanto como ella en el poder transformador de la educación.

Pero ¿cómo logran mantener su cultura? Los Blanc Vilfranc señalan que para ellos es habitual hablar con Nachkaela sobre la vida que llevaban antes de venir a Chile, ver películas sobre Haití y también estar en contacto permanente con sus abuelos. Aunque nos es fácil lograr la comunicación con ellos, les ayuda a mantener el lazo afectivo con su tierra, sus raíces y su historia más cercana. “No olvidar” para ser la consigna de esta familia que día a día lucha por salir adelante.

“Mi vida en familia no es como yo quisiera. Mi marido trabaja como maestro de maquinaria en una empresa de plástico y tiene un solo día de descanso. A mí me gustaría poder ayudarlo, pero en Chile no puedo ejercer como enfermera” y agrega que a veces la soledad la embarga cuando está sin la pequeña. En esos momentos, la esperanza es su mayor consuelo. “No quiero que mi hija pase por lo que nosotros hemos pasado. La educación es importante para que pueda trabajar en lo que ella quiera. Es todo lo que una persona puede tener, es el primer paso para lograr una mejor calidad de vida”, concluye.

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