La magia de la salud bucal

Los jardines infantiles “Estrella Solitaria” de La Calera “Aguas Claras” de Limache, “El Clavelito” de Hijuelas, “Abejitas Creadoras”, “Ovillito de lana” y “Tejedores de Ilusiones” de La Ligua, “Gabriela Mistral” de Quilpué, y “El Calerito” de Nogales fueron destacados por sus experiencias educativas relacionadas a la salud bucal. A través de la mágicoterapia los establecimientos educacionales de Integra lograron adquirir conocimientos muy importantes para el bienestar de los niños y niñas.

La directora del jardín infantil “Abejitas Creadoras” destacó que llevar a cabo este programa liderado por la Seremi de Salud significó “un mayor conocimiento de la importancia del cepillado de dientes por parte de los niños, niñas y sus familias adquiriendo conocimientos sobre los factores que pueden provocar las caries”.

Las tías de los jardines fueron las “magas” de estos entretenidos y sorprendentes trucos de magia que buscaron concientizar respecto a la importancia de la higiene bucal desde la primera infancia. En este sentido, las educadoras que participaron de las rutinas destacaron que “pudieron desarrollar el desplante y personalidad, aprendido sobre salud bucal y la importancia de ésta. Aprendimos trucos de magia y además perfeccionarlos en esta área”.

El próximo 27 de octubre los jardines “Abejitas Creadoras” y “Estrellita Solitaria” expondrán sus experiencias en el Museo de Historia Natural de la DIBAM, en Valparaíso.

Sala interactiva cautiva a niños de Hualaihué

En esta pequeña localidad de poco más de 8 mil habitantes, en la provincia de Palena, los niños tienen un nuevo espacio donde poder desarrollar su curiosidad y aprender a través del juego. Una pizarra interactiva, disfraces, rompecabezas para descubrir el cuerpo humano, láminas entretenidas con el abecedario o materiales para aprender más de la pirámide alimenticia, son sólo algunos de los elementos que día a día encuentran los niños y niñas en la sala interactiva del jardín infantil y sala cuna Copito de Nieve.

Para la educadora de nivel medio, María Sotomayor, “resulta muy motivante para los niños utilizar este nuevo espacio, ya que pueden cambiar de ambiente educativo, y junto con ello, ir descubriendo nuevas cosas a través de la exploración y el juego”.
Estos espacios educativos son importantes porque “permiten ir desarrollando todos los núcleos de las bases curriculares”, destaca Paola Gallardo, coordinadora técnica del Departamento de Educación. De este modo, se puede abordar de manera transversal ámbitos tan diversos como la música, las ciencias, el lenguaje, las matemáticas, la relación con el medio natural y cultural, identidad y el uso de tecnología.

Este proyecto de la comunidad del Copito de Nieve fue posible gracias a la adjudicación de fondos para la adquisición de material didáctico que otorgó este año la Municipalidad de Hualaihué.

La educación es la única herencia que podemos dejar

Dentro de las diversas comunidades de inmigrantes que han arribado a Chile en los últimos años, tal vez una de las que debe superar mayores barreras desde el punto de vista cultural e idiomático sea la haitiana. Sin embargo, a punta de esfuerzo, perseverancia y unas ganas increíbles de superación, los haitianos en Chile han logrado integrarse a nuestra sociedad, manteniendo intactas sus tradiciones y también sus sueños. Es el caso de la familia Blanc Vilfranc que, como muchos de sus compatriotas e inmigrantes de otras nacionalidades, llegó a Chile con la esperanza de una mejor vida. “En Haití yo trabajaba como enfermera y mi marido como topógrafo. Yo quería venir a Chile y tener un hijo acá”, cuenta Michaela, quien vive junto a su marido Christian y su pequeña hija Nachkaela, de nacionalidad chilena, en Quilicura, Región Metropolitana. La niña, de tres años y siete meses, asiste desde hace un año al jardín Arturo Pérez Canto de la misma comuna.

¿Por qué traes a Nachkaela al jardín Arturo Pérez Canto? –le pregunto. “Porque la educación es lo más importante para una niña, es la única herencia que podemos dejarle. Es algo que nadie podrá arrebatarle durante su vida”, responde Michaela, segura de que sus palabras son una verdad absoluta.

“Cuando ella va al jardín no es la niña inmigrante, es una niña querida, acogida y tratada con mucho cariño, es una niña feliz”, señala con su acento mezcla de francés y castellano. Su testimonio no solo da fe de las dificultades y prejuicios que deben enfrenar los inmigrantes en nuestro país, sino del rol esencial que cumple la educación como un espacio de aceptación e integración social.

Teresa Calfueque, tía y directora del jardín, concuerda con la mamá de Nachkaela y cuenta que ella no recibe ningún trato especial, sino que simplemente es feliz haciendo lo mismo que otros niños y niñas de su edad: jugando. “Al entrar al jardín se olvidan las diferencias de clase y de razas, los niños no tienen prejuicios, por lo que es fácil impulsar el sello Integra del buen trato y el respeto con acciones que promueven la integración multicultural desde la cuna”, explica.

Entonces, le pregunto a Nachkaela qué es lo que más le gusta cuando está en jardín. “Jugar”, cuenta sonriente, mientras salta entre las piernas de su mamá. ¡Y qué otra cosa podría gustarle más a un niño!
Michaela explica que para su hija las tías son una especie de “amigas grandes”. “Al llegar a la casa habla de ellas todo el día, de cómo la cuidan, cómo juegan, cómo le cuentan historias y siempre quiere que la tía vaya a nuestra casa”. Con ese entusiasmo, no sorprende que Nachkaela tenga una asistencia ejemplar que solo se ve interrumpida cuando está muy enferma. “Mi marido trabaja, así que yo me encargo de llevarla a pie al jardín todos los días porque vivimos muy cerca”.

Esa perseverancia y alegría por aprender han dado sus frutos, pues la niña se maneja cada vez mejor con los distintos idiomas que debe combinar en el día a día: francés, creolé –lengua criolla haitiana- y castellano. “Eso me ayuda mucho, porque con ella aprendo a hablar mejor”, confiesa Michaela y agrega que su marido cree tanto como ella en el poder transformador de la educación.

Pero ¿cómo logran mantener su cultura? Los Blanc Vilfranc señalan que para ellos es habitual hablar con Nachkaela sobre la vida que llevaban antes de venir a Chile, ver películas sobre Haití y también estar en contacto permanente con sus abuelos. Aunque nos es fácil lograr la comunicación con ellos, les ayuda a mantener el lazo afectivo con su tierra, sus raíces y su historia más cercana. “No olvidar” para ser la consigna de esta familia que día a día lucha por salir adelante.

“Mi vida en familia no es como yo quisiera. Mi marido trabaja como maestro de maquinaria en una empresa de plástico y tiene un solo día de descanso. A mí me gustaría poder ayudarlo, pero en Chile no puedo ejercer como enfermera” y agrega que a veces la soledad la embarga cuando está sin la pequeña. En esos momentos, la esperanza es su mayor consuelo. “No quiero que mi hija pase por lo que nosotros hemos pasado. La educación es importante para que pueda trabajar en lo que ella quiera. Es todo lo que una persona puede tener, es el primer paso para lograr una mejor calidad de vida”, concluye.

Sissy, una mamá todo terreno

En la localidad de Arroyo el Gato en la Región de Aysén, a 86 kilómetros al noreste de Coyahique, los habitantes no saben de buses, colectivos, metro o cualquiera de las formas de transporte público propias de las grandes ciudades. Por eso Sissy Muñoz (37) y su hija Yamila Chequepil de dos años y medio viajan a lomo de caballo, una vez a la semana, durante una hora hasta El Jardín Sobre Ruedas de Integra, para que Yamila reciba una educación de calidad y pueda compartir con otros niños y niñas.

A principios de este año, el Jardín Sobre Ruedas de Integra comenzó a funcionar en la escuela de la zona. Los encargados de esta modalidad son Joselyn Orellana y el conductor y animador Luis Arteaga. Ellos van una vez a semana hasta las cercanías de Arroyo El Gato a montar el centro educativo móvil e itinerante al que asisten siete menores, quienes jamás habían recibido educación parvularia debido al difícil acceso. La zona sólo es visitada por una ronda médica del Ministerio de Salud y algunos servicios públicos ligados al sector agropecuario, por eso, apenas Sissy se enteró que funcionaba El Jardín Sobre Ruedas, inmediatamente inscribió a su hija Yamila.

“Creo que es importante que Yamila venga al jardín, es bueno para ella, porque acá comparte con otros niños y niñas. Nosotros estamos en un lugar muy alejado y ella siempre ve sólo a su papá y a mí”, responde cuando le preguntamos sobre su motivación para hacerlo.

Todos los viernes de cada mes, Sissy y su hija parten su jornada de traslado hasta Arroyo el Gato para cumplir con su objetivo. Para eso, se abrigan bien, montan su caballo y abrazadas recorren el campo; incluso deben cruzar un río para llegar hasta el jardín. Pero nada impide que esta mamá todo terreno lleve a su pequeña Yamila a encontrarse con sus nuevos amigos y amigas. “Si el río está muy crecido y no podemos cruzar a caballo, tomamos un camino más largo, hasta llegar a una pasarela”, nos cuenta orgullosa sobre su travesía y agrega que este esfuerzo lo hace porque es importante para ella que su hija reciba educación desde pequeña.

¿Cuál es el principal cambio que ha experimentado su hija?
“Ella antes era muy tímida. Al principio pensaba que era el trayecto y que llegaba muy cansada al jardín, pero ahora sé que ha cambiado su carácter, ha crecido, está mejor, es más independiente, ya no está todo el día pegada a mí. Lo que más le gusta de venir al jardín es estar con los tíos, jugar con las pelotas, saltar, cantar, jugar. Y cuando llegamos a la casa no la para nadie, nos cuenta todo lo que el tío le enseñó durante el día.

Cada vez que termina el día me doy cuenta de que el esfuerzo de trasladarme a caballo, sortear el clima y las dificultades de la propia geografía sureña, simplemente, valen la pena”, concluye.

Mama a caballo Integra