La importancia del bienestar psicológico de niñas y niños

En la semana de la salud mental, nos parece muy importante detenernos a reflexionar en torno a la importancia de la protección y promoción del bienestar psicológico y emocional de niñas, niños y adolescentes. A través de diversas fuentes sabemos que en Chile los datos sobre salud mental de niñas, niños y adolescentes no dejan de ser preocupantes, más aún si consideramos la reciente pandemia de COVID-19 y sus efectos en lo que respecta a salud mental. Los contactos que Fonoinfancia ha tenido con niñas, niños y adolescentes así también lo corroboran.

En el transcurso del último año, las interacciones de Fonoinfancia con adolescentes y jóvenes de entre 12 y 17 años, han evidenciado como motivo de consulta repetitivo, malestares asociados a sintomatología ansiosa y depresiva (tristeza, decaimiento, ansiedad, pensamientos rumiantes, deseos de morir e ideación suicida, entre otros). Dentro del relato de las y los adolescentes, y transversal a los distintos motivos de consulta, destaca la sensación de soledad, aislamiento, dificultad para hablar de lo que les está ocurriendo y pedir ayuda.

Esto último se relacionaría, por un lado, con la percepción de un mundo adulto hostil, en donde madres, padres, cuidadores y/o adultas/os cercanas/os no se identificarían como figuras disponibles emocionalmente. Más bien, tenderían a percibirse como personas que toman una perspectiva juiciosa y crítica ante sus conflictos y con los cuales la comunicación se volvería amenazante. Y, por otro lado, se relacionaría también con la percepción de sus conflictos como algo “molesto” y “problemático” para las adultas y adultos a los que ya se les percibiría “suficientemente” estresados y agobiados por las exigencias del día a día.

En ambas situaciones subyace la idea de que sus inquietudes, afectos y/o malestares deben ser resueltos en soledad, sin la ayuda de madres, padres y/o adultos cercanos que puedan orientar acciones concretas en caso de ser necesario. Lo que parece más alarmante de esta situación, es que deja a las y los adolescentes muy aislados de sus redes de apoyo más próximas.

En este sentido, creemos relevante y urgente que adultas y adultos nos hagamos parte del cuidado de la salud mental de niñas, niños y adolescentes generando acciones que se orienten a acortar las barreras de acceso a sus entornos más inmediatos de apoyo (familiares, escolares, comunales). Así como también, informándonos, habilitándonos y disponiéndonos a acoger de manera oportuna y sensible no solo sus inquietudes y malestares, sino que también sus ideas, deseos y singulares maneras de percibir y habitar sus entornos.

Para ello, y a propósito de la experiencia proporcionada por los contactos que a diario sostenemos con adultas/os, niñas, niños y adolescentes, es que nos parece clave propiciar espacios de encuentro y comunicación en familia. Incluyendo un lenguaje emocional en las conversaciones que facilite el hablar de cómo cada una/o se siente respecto de distintas situaciones, dando espacio también para el disentimiento, las emociones incómodas y temáticas relacionadas con la salud mental.

Es importante que estos temas dejen de ser un tabú, que se hablen al interior de las familias, contribuyendo con eso a derribar mitos y prejuicios entorno a la salud mental que pudieran convertirse en barreras para pedir ayuda. Es por eso que no da lo mismo qué y cómo conversar. El interesarnos genuinamente por las perspectivas y singularidades de niñas, niños y adolescentes, evitar hacer juicios de valor respecto de temáticas de su interés o conflictos, sin duda es una medida que cuida y protege.

Por otro lado, disponer, facilitar y alentar espacios de participación y pertenencia (deportes, actividades escolares, comunitarias, barriales, culturales, etc.) también es una medida que promueve la salud mental sobre todo en adolescentes y jóvenes. No debemos obviar que uno de los desafíos de la adolescencia es la construcción de la propia identidad, y para ello es deseable que participen de espacios en donde se sientan escuchadas/os, validadas/os, en donde puedan identificarse y/o diferenciarse de y con otras y otros, descubran distintas maneras de hacerse parte de la sociedad y generar cambios. Por otro lado, también contribuye a reforzar vínculos y espacios seguros para recibir y prestar apoyo.

Por último, es fundamental que sepamos identificar cuándo es necesario pedir ayuda profesional. Es esperable que niñas, niños y adolescentes presenten cierto malestar ante crisis vitales normativas o emergentes. Sin embargo, si el malestar persiste en el tiempo y/o es muy intenso, es importante consultar y pedir ayuda especializada. Por esto, las adultas y adultos que se vinculan cotidianamente con niñas, niños y adolescentes debemos estar atentas/os a cambios bruscos de ánimo o comportamiento que persistan por más de dos semanas ya que pudieren requerir de ayuda especializada, por ejemplo, cambios en los patrones de sueño, alimentación, rendimiento escolar, conductas de riesgo, autolesiones, e ideas de muerte.

Si tienes dudas respecto del bienestar emocional de niñas, niños y adolescentes, puedes contactarte a Fonoinfancia de lunes a viernes de 8:30 a 19:00 horas, llamando al 800 200 818 o ingresando a www.fonoinfancia.cl. Un equipo de psicólogas y psicólogos expertos en crianza, niñez y familia está disponible para acompañarte.

Bárbara Veloso Castro
Psicóloga del Programa Fonoinfancia, departamento de Promoción y Fonoinfancia, Dirección de Promoción y Protección de la Infancia, Fundación Integra.

¿Cómo se benefician los niños y niñas al jugar al aire libre?

En la primera infancia son innumerables los beneficios que aportan a los niños y niñas las actividades al aire libre, como, por ejemplo, potenciar el proceso de aprendizaje cognitivo y la formación integral. Por ello, Fundación Integra, a través del proyecto educativo “Juego y aprendo al aire libre”, promueve el juego espontáneo en la naturaleza, gracias a la participación activa de los equipos pedagógicos, familias y comunidad.

El proyecto implica una serie de acciones a mediano y largo plazo, tales como elaboración de material técnico pedagógico escrito y audiovisual, exposición de buenas prácticas a través de experiencias educativas al aire libre, creación de relaciones de trabajo colaborativo con organizaciones con experiencia en este ámbito, entre otras acciones.

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Según Schlomit Creixell, profesional de apoyo del Área Curriculum de la Dirección de Educación, el trabajo al aire libre y el contacto con la naturaleza influye en la salud mental de los niños y niñas. “Toda la comunidad educativa mejora su salud mental y emocional al realizar actividades al aire libre en contacto con la naturaleza”, dice.

Y agrega: “En el libro ´Educar en verde´ de la docente investigadora y especialista en infancia, Heike Freire, encontramos interesantes datos como que las actividades al aire libre reducen el riesgo de padecer enfermedades mentales, aumentan la sensación de bienestar y la autoestima. Asimismo, reduce los síntomas del déficit de atención, mejora el comportamiento y los resultados académicos”.