Vacaciones con niños en pandemia: ¿Cómo disfrutarlas en casa?

Durante este verano, muchas familias no saldrán de vacaciones, debido a la pandemia por Covid-19 que afecta hace casi un año a Chile y el planeta. Así lo confirman las cifras entregadas por la encuesta de la Consultora Activa, realizada recientemente, y que indican que solo uno de cada cinco chilenos tomará días de descanso en enero y febrero de 2021.

Considerando que prácticamente todo el 2020 los niños y niñas no asistieron al jardín infantil o el establecimiento escolar, su rutina ya se ha visto muy alterada. Esto ha generado un impacto en las familias, que hace aún más necesario el poder tener instancias de relajo y distracción.

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Según Sebastián Huencheslao, psicólogo y profesional de atención no presencial de Fonoinfancia, de Fundación Integra, es importante transmitirles a nuestros hijos/as, lo que está sucediendo. Es decir, que este año debido a la pandemia se estrechan las posibilidades de salir de la casa o de la región y, lo más probable, es que se mantenga la dinámica del año de estar en un espacio cerrado o íntimo de la familia. “Frente a este contexto es normal que surjan en los niños y niñas sentimientos de rabia, tristeza o frustración y que se manifiesten de distintas formas. Por ello, es recomendable que los padres y madres estén conscientes que dicha situación se puede presentar y debido a eso, deban estar atentos a sus emociones para contenerlos”, dice.

“El mensaje a la familia es no exigirse demasiado. La idea es generar entornos estimulantes, pero no pensar en tener todo estructurado”, dice Sebastián Huencheslao.

Y agrega: “Es fundamental que los padres adelanten situaciones a los niños y niñas. A menudo dejamos pasar el tiempo y no les decimos lo que viene. Sin embargo, es recomendable hablar con ellos/as y decirles lo que está sucediendo, puede ocurrir y lo que van significar esas situaciones. Hablar de incertidumbre con los niños/as, no siempre les genera ansiedad”.

Sin duda, luego de diez meses de pandemia, las familias están habituadas a estar en casa y mantener sus rutinas, por lo que hoy no debería ser una exigencia tan fuerte planificar actividades con los niños y niñas en el día a día. Ni tampoco mantener una agenda abultada de acciones destinadas al entretenimiento.

Para el profesional, no es necesario tener el día completo agendado con los niños y niñas o generar exigencias adicionales. Los espacios donde no hay actividades también pueden estimular su creatividad, cuando hay elementos en el ambiente que lo faciliten. Ellos pueden decidir en qué entretenerse. “En este caso el adulto responsable puede jugar un rol de facilitador, ya que puede preguntarles qué quieren hacer y proporcionarles los elementos para que puedan desplegar su imaginación. El mensaje a la familia es no exigirse demasiado. La idea es generar entornos estimulantes, pero no pensar en tener todo estructurado”, explica.

Pantallas con supervisión

Huencheslao menciona que durante estas vacaciones es posible que debido al contexto que vivimos, nuestros hijos e hijas puedan estar mucho más tiempo frente al computador o la televisión, y si eso ocurre debieran hacerlo en compañía de adultos que los guíen y supervisen.

“Ellos conocen el mundo a través de los otros y al encontrarse con contenido que no es recomendable para su edad, podría provocarles confusión o ansiedad. Lo que se sugiere es que el adulto los acompañe en esta actividad o se interese en lo que está viendo o jugando. La idea es encontrar un espacio de diálogo en relación al uso de la tecnología. A los niños y niñas más grandes se les pueden dar ciertas libertades, pero también bajo la supervisión de un adulto, ya que es importante que éste /a filtre o regule contenidos. Sin embargo, la tecnología no tiene que ser un factor dañino si los adultos pueden acompañar el uso de esa información”, afirma.

Por otra parte, durante las vacaciones, el psicólogo indica que es importante que padres, madres y cuidadores/as estén alertas frente a signos o señales de niños/as, tales como sensación de desánimo constante o cansancio, aburrimiento crónico.

Debido al contexto, es natural que puedan sentir este tipo de emociones, pero que aparezcan no significa que no haya que poner atención. Ante situaciones de este tipo, pueden consultar a especialistas de Fonoinfancia, a quienes contactan a través del teléfono (800200818) o vía chat en el sitio web www.fonoinfancia.cl. De esta manera, los podemos ir orientando respecto a estas señales y en cómo entenderlas y mejorarlas para que tomen otro curso”, menciona.

Integra pertenece a la Red de Fundaciones de la Presidencia de la República. Con 30 años de experiencia, es la red más grande de salas cuna y jardines infantiles del país con más de 1.200 establecimientos gratuitos, a los que asisten más de 90 mil niños y niñas en todo Chile.

Entender y apoyar a los niños y niñas ante una emergencia

Los fenómenos climáticos que están ocurriendo en nuestro país afectan el curso normal de las cosas, generando una pérdida en la sensación de seguridad con la que vivimos habitualmente. Los psicólogos del servicio Fonoinfancia (800 200 818) de Fundación Integra, entregan algunas recomendaciones para que los adultos a cargo de niños puedan contenerlos y devolverles la sensación de seguridad que han perdido.

La psicóloga y jefa de Fonoinfancia, Cecilia Calvo, explica que luego de una situación como la ocurrida ayer, “es normal que los adultos sientan miedo, impotencia, confusión y se sientan sobrepasados en su capacidad habitual para enfrentar problemas”. Por eso, recomienda hablar de los hechos y sentimientos que provocan estas reacciones para manejarlos de mejor manera.

La experta de Fonoinfancia explica que los niños pueden sentirse y explicar la situación de muchas maneras: pueden miedo, confusión, pena; sentir que no tienen control sobre lo que pasa, creer que pueden quedar solos; sentir que los adultos los ignoran; pensar que son un problema para los otros; sentir que están en peligro y que les es difícil adaptarse a los cambios vividos, etc.

Pero, ¿cómo podrían reaccionar nuestros hijos? Es normal que por un tiempo su hijo o hija esté:

• Extremadamente apegado a su mamá, papá o adultos cercanos.
• Más llorón o gritón o que esté más silencioso y retraído.
• No quiera ir al jardín o a la escuela.
• Tenga temor a estar solo, miedo a los extraños, a los animales o a situaciones que no ha temido antes como a la noche y a la oscuridad.
• Haya algún episodio en que se haga pipí o incluso caca en la cama o en la ropa.
• Disminuya o aumente su apetito.
• Tenga problemas para dormir y/o pesadillas.

La psicóloga explica que estas reacciones pueden aparecer inmediatamente después de lo sucedido o luego de varios días, semanas o meses: “En la mayoría de los casos, los síntomas irán desapareciendo de a poco en cuanto el niño o niña vaya asimilando lo sucedido en un contexto que lo acoja, le ayude a entender y a retomar la cotidianeidad”.

¿Qué podemos hacer los adultos para ayudar a los niños?

• Ayúdeles a comprender lo que está ocurriendo, explicándoles con claridad y en palabras simples.
• No exageremos ni minimicemos lo que está pasando.
• Evitemos exponer a los niños a situaciones de descontrol o pánico en los adultos. Recuerda que para ellos los adultos son sus referentes de comportamiento.
• Explícales lo que aparece en la televisión y en la radio. Los niños necesitan ser informados de acuerdo a su desarrollo.
• Digámosles que es muy normal tener miedo en una situación como esta.
• A través del juego, genera espacios para ayudarlos a hablar y expresar sus sentimientos.
• Entreguemos un ambiente de seguridad y contención.
• Ayudémoslos a conectarse con la alegría y la esperanza, por ejemplo retomando la rutina y actividades normales dentro de lo posible.
• Si como adulto no te sientes en condiciones de calmar o contener, intenta que otro adulto importante para el niño o niña pueda apoyarlo.

Si los síntomas persisten por largo tiempo o interfieren demasiado en las actividades habituales de los niños, puede consultar a un especialista o contactar a Fonoinfancia de Fundación Integra (800 200 818), un servicio telefónico gratuito -desde red fija y celulares- y confidencial, atendido por un equipo de psicólogos que ayudan a resolver dudas relacionadas con situaciones que surgen en la crianza y desarrollo de niños y niñas. Fonoinfancia atiende de lunes a viernes entre 9:00 y 18:00 hrs.

Consejos para unas fiestas patrias seguras y en familia

Se acercan las celebraciones de Fiestas Patrias y para que todos disfrutemos por igual, los invitamos a que tengan algunos cuidados para la seguridad, protección y bienestar de sus hijos e hijas:

• Al salir, siempre debe haber un adulto cuidando a los niños ya que se pueden perder.

• Si sales en auto, no olvidar la silla de niños, y sales a pie, es importante transitar por los pasos habilitados.

• Antes de salir a un lugar con mucha gente, enséñale a tu hijo como pedir ayuda si le pasa algo o se pierde (Carabineros, Cruz Roja u otro lugar seguro).

• Si vas a beber alcohol, deja a los niños a cargo de alguien que no lo haga.

• No permitas que se acerquen a las parrillas o lugares con fuego.

• No juegues con hilo curado ni le enseñes a los niños cómo hacerlo, es un material peligroso. Evita los lugares con volantines con hilo curado ya que pueden generar cortes o heridas.

• No hagas trasnochar a tus hijos, dormir bien es muy importante para su salud y desarrollo.

• Recuerda sus horarios de alimentación y que coma sano para que no se enferme.

• Explícales qué celebramos, aprovecha las fiestas para enseñar a tus hijos sobre nuestras tradiciones.

Alimentación de calidad

Cuando una familia decide incorporar a su hijo a una sala cuna o jardín infantil como una valiosa alternativa de cuidado, debe poner principal atención en el desarrollo físico, mental, espiritual, moral, psicológico y social que promueve en los niños y las niñas el proyecto educativo de cada institución.

Más aún, un factor relevante a considerar es la entrega de una alimentación, donde se promuevan los hábitos alimenticios significativos para su desarrollo y también del núcleo familiar.

En ese aspecto, el método educativo de Integra impulsa una alimentación de calidad en nuestros más de 1.100 salas cuna y jardines infantiles, poniendo énfasis en el aprendizaje de habilidades y destrezas de coordinación y precisión al comer de forma autónoma, conociendo el medio físico con el reconocimiento y nombre de los alimentos.

Junto a ello, apuntamos a un desarrollo sensorial y social, donde nuestros más de 80 mil niños y niñas puedan establecer vínculos afectivos y, por sobre todo, enseñanzas sobre los hábitos que impactarán en todo su proceso de desarrollo como personas.

La alimentación trata de un momento significativo, por ello resguardar la calidad de la alimentación que reciben sus hijos e hijas constituye una preocupación y trabajo permanente.

El método educativo de Integra impulsa una alimentación de calidad en nuestros más de 1.100 salas cuna y jardines infantiles, poniendo énfasis en el aprendizaje de habilidades y destrezas de coordinación y precisión al comer de forma autónoma.

El programa alimentario que entregamos responde a las últimas recomendaciones de energía de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), a las Guías de Alimentación del Ministerio de Salud para los niños menores de seis años (2016) y a lo dispuesto en la Ley 20.606 sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad.

Asimismo, es baja en azúcares, sodio y grasas saturadas, no contiene edulcorantes ni colorantes artificiales como amarillo crepúsculo y tartrazina. La porción diaria cubre entre un 60% y 75% de las calorías y el 100% de las proteínas requeridas dependiendo de la edad del niño o niña. Cuenta, además, con un sistema de control que es verificado todos los días por los encargados del programa de alimentación en cada sala cuna y jardín infantil, además de ser supervisado por nutricionistas que se encuentran en cada dirección regional a lo largo del país.

Es importante resaltar que la sala cuna y el jardín infantil es un ambiente propicio para trabajar el período de la alimentación desde una perspectiva educativa. Por ello, nosotros vemos la hora de comer como un período relevante dentro de la jornada diaria y con un propósito o intencionalidad definida para cada grupo de edad.

Una forma de poder complementar la entrega de una alimentación de calidad, es apoyar el trabajo pedagógico a través de la elaboración de una serie de materiales educativos como apoyo a la gestión pedagógica de las educadoras y técnicos de los establecimientos de Integra, como las fichas de experiencias de aprendizaje en alimentación saludable y las cartillas de alimentación saludable dirigidas a las familias.

Todo este esfuerzo debe ser compartido por las familias, quienes son el primer educador y promotor en los niños y las niñas sobre la importancia de una alimentación saludable.

Nuestro compromiso como Integra, el principal prestador de educación parvularia del país, es continuar trabajando en fortalecer el conocimiento y hábitos de alimentación para que niños y niñas se desarrollen más sanos y felices.

Jaime Foch
Jefe Dpto. Nutrición y Salud
Fundación Integra

¿Cuántos huevos de chocolate es recomendable dar a tus hijos?

En vísperas de la Pascua de Resurrección de este domingo, el chocolate ya se alista para hacer disfrutar a niños y niñas en forma de huevo, conejo o las ocurrencias del mercado. Sin embargo, la familia juega a diario un rol fundamental en los hábitos alimenticios para evitar los excesos.

“Como institución de educación parvularia comprendemos el protagonismo que toma el chocolate en estas festividades. No obstante, hay que comerlos de forma moderada y asumiendo que tiene una gran cantidad de calorías, azúcar y grasas”, detalla el jefe del Departamento de Nutrición y Salud de Fundación Integra, Jaime Folch.

Por ello, el profesional entrega consejos prácticos para un consumo adecuado dependiendo de la edad del niño y “evitar posibles molestias digestivas posteriores como estreñimiento, gastritis o dolor de colón”.

RECOMENDACIONES

1. Prefiera huevos huecos por sobre los macizos o rellenos, puesto que uno puede ofrecer de 2 a 5 veces más calorías que uno hueco del mismo tamaño. (Ver tabla)
2. Un niño o niña de 4-5 años debería comer máximo 8 huevitos huecos por día, mientras que un niño o niña de 2-3 años no más de 3 o 4 unidades.
3. Opte por chocolates con mayor porcentaje de cacao, los cuales tienen menos azúcar y grasas.
4. Prepare sus propios huevos de pascua, eligiendo ingredientes más saludables para su elaboración. Por ejemplo, decore o pinte junto a los niños huevos duros (previamente lavados).
5. Busque en familia actividades entretenidas y no centradas en comer. Por ejemplo, cocine galletas de avena con figuras de conejos.
6. Aproveche la instancia para fomentar en los niños la amistad y el compartir. Por ejemplo, compre un chocolate de mayor tamaño y repártalo con hermanos o primos.
7. Aumente el juego activo de sus hijos. Por ejemplo, incentívelos a correr y saltar al aire libre como si fueran conejitos, a jugar con peluches, orejas o antifaces de conejo, etc.
8. Reemplace o mezcle los huevitos de chocolates con frutos secos como pasas, ciruelas, nueces y almendras, entre otros.

INFORMACIÓN NUTRICIONAL:tabla_huevito_pascua
Integra pertenece a la Red de Fundaciones de la Dirección Sociocultural de la Presidencia de la República. Con 26 años de experiencia, es uno de los principales prestadores de educación parvularia en Chile.*Departamento de Nutrición y Salud de Fundación Integra.

Mi primer día de jardín: ¿Cómo nos preparamos?

El primer día de jardín infantil es un hito socialmente muy importante, que exige a los niños y niñas incorporarse repentinamente a una cultura distinta a la vivida por años, lo que sin duda les significa importantes desafíos.

Es fundamental que los niños y niñas puedan vivir esta transición como una experiencia positiva y gratificante, una oportunidad para aprender de forma entretenida, incluso a través de juegos. Es muy importante que disfruten de este nuevo proceso de conocimiento y estimulación, que les permita adquirir mejores herramientas para sentirse protegido, querido, respetado, obteniendo la confianza necesaria para lograr un ambiente positivo en el desarrollo de su aprendizaje.

Este proceso impacta a todo el entorno del niño o niña, por lo que la familia es un participante activo y primordial de esta transición. Es por ello que Integra, con 26 años de experiencia entregando educación de calidad en más de mil jardines y salas cuna en todo Chile, comparte algunas recomendaciones para que la familia pueda apoyar la transición desde el hogar al jardín infantil o desde el jardín infantil a la escuela.

¿Cómo acompañar a nuestros hijos e hijas en esta transición?

Es importante hablar con el niño o niña sobre las nuevas experiencias que vivirá, explicarle que tendrá nuevos amigos y prepararlos con una mirada positiva al cambio.
Lleve a su hijo o hija a conocer el jardín o colegio. Es una buena manera de acercarlo a esta nueva etapa. Muéstrele su sala, el baño y los juegos para que se sienta más seguro.
• Los hábitos y horarios de alimentación y sueño se modifican con la entrada al colegio o al jardín infantil. Es importante adecuarlos con anterioridad para evitar un cambio drástico en las rutinas diarias.
• Una vez que el niño o niña comienza a ir, es recomendable que la asistencia sea lo más continua y sistemática posible.
Permitirle al niño o niña llevar al jardín infantil algún objeto o juguete que les guste durante el primer tiempo. Muchos niños se sienten más seguros con algún objeto familiar el cual les ayuda a sentirse confiados en un espacio menos conocido.
No le mienta, ni salga a escondidas de la sala. Explíquele que se irá, pero que volverá a buscarlo/a más tarde.
• Evite traspasarle sus miedos y aprensiones. Si se muestra seguro y tranquilo, será más fácil para ellos/as.
• Cuando el niño o niña lo requiera, es posible sugerir al apoderado que lo acompañe durante un momento de la jornada. El tiempo de permanencia del adulto se podrá disminuir gradualmente, a medida que el niño o niña se sienta más seguro y confiado.
• Aceptar y respetar los sentimientos del niño o niña, validando la expresión de sus emociones. En este sentido, es importante contenerlos, sin reprochar el llanto, posibles “pataletas” u otras reacciones, ayudándolo a recuperar la calma por medio del cariño y la comprensión.
Generar instancias de intercambio de información acerca de procesos importantes para los niños y niñas con el equipo del Jardín, tales como modificaciones en la alimentación, inicio o progresos asociados al control de esfínter, evolución de enfermedades o tratamientos médicos, etc.

De la casa al Jardín. Niños/as y adultos enfrentados a un nuevo desafío

¿Qué sería esperable que ocurriera cuando mi hijo/a comience a asistir al jardín?

…que no llore cuando lo deje

…que siempre se despida tranquilo/a y contento/a

…que no se quiera venir conmigo a la casa

…que no tenga problemas para quedarse con adultos extraños y en un lugar que no conoce

…que quiera compartir con muchos niños y niñas que no conoce

O

…que llore, grite y se aferre a mí cuando lo/a dejo

…que no se quiera levantar ni vestir en la mañana

…que no quiera comer, ir al baño ni dormir en el jardín

…que cada vez que le pregunto, se enoja o pone a llorar

Ciertamente, no es una pregunta fácil de responder y es porque el ingreso al jardín infantil es un hito no solo en la vida del niño o la niña, sino también para su familia. Es un proceso no exento de dificultades, ya que no es uniforme y no siempre se da de una manera “ideal ni sencilla”, es por esto que todas las alternativas mencionadas anteriormente son posibles y esperadas.

Lo que le pasa al niño/a…

Las diversas manifestaciones que el/la niño o niña puede expresar en su relación con el jardín infantil, se pueden explicar por una parte a partir de las propias características de la etapa del desarrollo en que se encuentre (lactante o párvulo).

En este sentido es importante considerar que los niños y niñas pueden presentar reacciones de ansiedad al momento de separarse de sus padres o adultos cuidadores a través de señales de temor, cautela o timidez frente a extraños; el cambio de rutina también puede provocar sensaciones de inseguridad o inestabilidad, lo que a nivel emocional se puede expresar en llanto, irritabilidad o cambios en hábitos ya adquiridos.

Todo lo anterior, obedece a una forma distinta de la usada por los adultos para “comunicar” sus emociones y pensamientos y que es el lenguaje corporal. A su vez, algunos niños y niñas vivencian esta experiencia como una suerte de abandono, pues les es complejo aún comprender algunas nociones de espacio y tiempo, razón por la cual la separación es vivenciada de manera angustiante ya que no saben por cuánto tiempo ésta se va a extender (no han desarrollado aun la capacidad para entender el concepto de “transitoriedad”).

Lo que le pasa a los adultos

Por otra parte estas sensaciones de inseguridad, ansiedad e incertidumbre- que son esperables- muchas veces se agudizan a partir de la forma en que los adultos abordamos este proceso y qué le transmitimos a niños y niñas, por ello es que muchas veces la adaptación al jardín infantil se ve interferida más bien por la reacción del adulto que por las naturales expresiones de niños y niñas frente a algo nuevo en sus vidas.

Un ejemplo de ello es cuando no hemos anticipado al niño/a que comenzará a asistir al jardín, lo que implicará esto en su rutina diaria (a qué hora se levantará, con quién se quedará, por cuánto tiempo, etc.) y qué podría llegar a sentir al separarse por primera vez de sus padres. Otro ejemplo es cuando frente a la angustia del niño o niña, no nos despedimos y nos vamos sin que se de cuenta, suponiendo que no lo va a notar. Con lo anterior, sin quererlo, reafirmamos la sensación en el niño o niña de no entender y/o de desconfiar de la situación; con esta “huida” no le damos la posibilidad de expresarnos las sensaciones que le surgen respecto a la despedida y dejamos esa responsabilidad a un adulto que aún no es significativo para el niño o niña. Como padres además, perdemos la oportunidad de estar presentes para acoger, consolar, explicar y ayudarle a incorporar esta nueva experiencia.

Entender que somos quienes podemos ayudar al niño o niña a elaborar esta experiencia de una manera saludable y enriquecedora, nos permite reparar en la importancia -no solo de los gestos y actos- sino también del discurso que sostenemos como familia respecto al ingreso al jardín infantil.

En este sentido, a veces entregamos a niños y niñas explicaciones del “por qué se debe ir al jardín infantil”, que se basan en las necesidades del mundo adulto y que resultan muy abstractas, difíciles de comprender y asimilar para ellos, por ejemplo: “los papás van al trabajo y los niños al jardín”; “si no vas al jardín yo no puedo ir a trabajar y si no trabajo, no te puedo comprar las zapatillas ni los dulces que te gustan…”; “tienes que ir al jardín para estudiar, para que vayas al colegio…”; “todos los niños van al jardín, así que tu también”; “ya eres grande, tienes que ir al jardín” razones que tienden a invisibilizar al niño o niña y sus necesidades, planteando motivaciones que tienen sentido para el adulto, pero no para el niño o niña porque ellos viven en el aquí y ahora, centrados en sí mismos y le es difícil proyectarse, ponerse en el lugar de otros y visualizar el “beneficio” que esto traerá en el futuro.

Sería deseable entonces que les mostráramos los beneficios de esta nueva etapa transmitiéndoles por ejemplo: “en el jardín puedes jugar con niños de tu misma edad”; “en el jardín hay muchos juguetes y materiales entretenidos que no están en casa”; “puedes aprender canciones y juegos nuevos con las tías y los demás niños”; “en el jardín puedes aprender cosas que yo no sé o no puedo enseñarte en la casa…”, etc.

La adaptación, un proceso permanente

Ahora bien, las manifestaciones o reacciones emocionales mencionadas al comienzo, pueden darse al inicio del proceso de ingreso al jardín infantil, pero también pueden darse a lo largo del año. En este sentido cabe hacer una distinción, y es que muchas veces cuando estas reacciones se dan en períodos que no coinciden con que el niño/a haya estado ausente por periodos largos de la rutina del jardín (vacaciones, enfermedades, etc.), pueden deberse a cambios o crisis que se estén suscitando al interior de la familia y que se expresan en este contexto, por ejemplo separación de los padres, enfermedad de algún familiar, nacimiento de un hermanito, cambios de casa, entre otras.

Es, a propósito de la estabilidad que requieren niños y niñas, y de lo sensibles que son a los cambios en sus rutinas de vida (propias de la etapa del desarrollo), que estas vicisitudes pueden reeditar sensaciones vividas en el proceso de adaptación al jardín, o bien presentarse por primera vez, donde el niño o niña expresa y manifiesta desconcierto, preocupación y el anhelo o nostalgia del espacio que brinda la contención familiar.

¿Cómo podemos favorecer el proceso de adaptación?

Si bien la “aparición” de reacciones no habituales o “síntomas” resulta inquietante y a veces difícil de abordar para el adulto, es muy importante destacar que SIEMPRE es saludable que el niño/a encuentre espacios para su expresión emocional, independiente de cómo se manifieste (llanto, pataletas, retraimiento, etc.), ya que da cuenta de que el niño/a es conciente, está conectado y siente que puede expresar lo que le pasa frente a estos cambios y a pesar de que esto a los adultos nos complique, somos los convocados a contener y tolerar estas manifestaciones, pues dentro de todo, podemos recibirlas como un potente y elocuente gesto de confianza.

A la luz de todo lo anterior, parece importante entender y asumir que como adultos responsables de nuestros hijos e hijas, debemos estar atentos y observando permanentemente sus comportamientos y reacciones, ya que esto nos dará las señales de lo que ellos están vivenciando. Este registro debiese permitirnos identificar que al menos algo necesita de nosotros, por lo que espera una respuesta a esta necesidad, que casi siempre involucra contener, escuchar y ayudar a encontrar formas de incorporar experiencias nuevas. En este sentido, el reto, la desesperación, el ignorar, la radicalización, el presionar, el comparar, el desborde de los adultos, etc. sólo aumentan la sensación de desconcierto en el/la niño/a, sin saber nuevamente qué hacer con lo que les pasa, pero además sintiéndose responsables por lo que le ocurre al adulto que ellos tanto quieren.

Es por esto, que parece necesario también tener en cuenta qué nos pasa como adultos frente al proceso de separación con nuestros niños/as, ya que muchas veces ésta es la primera vez que nos alejamos de ellos por un tiempo. Independiente de las convicciones y razones para tomar esta decisión, es natural que como adultos nos veamos afectados por la separación, siendo esperable sentir culpa por dejarlo, miedo o dudas frente a sus cuidados, pena y/o preocupación por sus reacciones. Tener conciencia de que nos pasan cosas nos permite -por una parte- empatizar con el proceso de nuestro hijo y -al mismo tiempo- reconocer estas sensaciones nos permite diferenciarnos del niño o niña, lo que facilitará abrir el diálogo de las emociones que nos van surgiendo con él o ella. Por ejemplo “ yo entiendo que te da pena ir al jardín porque sientes que vas a estar solo allá y yo me quedo con tu hermanito, nosotros también te vamos a echar de menos, pero nos pone contentos saber que vas a jugar con tus amigos, que lo puedes pasar bien, y que en la tarde nos juntamos de nuevo”.

Así mismo es importante mirar cómo estamos al momento de llevar al niño o niña al jardín infantil, no sólo regular lo que le digo, sino también tomar conciencia de lo que nuestro cuerpo está manifestando, ¿estoy tenso/a?, ¿acelerado/a? ¿voy con pena? de tal manera de no dar mensajes confusos y poder regular nuestras emociones a través de reconocer lo que nos pasa. Por ejemplo “te voy a dar un último besito antes de irme, sé que te da pena y a mí también me da pena dejarte triste, a lo mejor con un buen abrazo se nos pasa más rápido”.

Invitamos a la reflexión sobre este hito en el desarrollo de los/as niños/as en nuestra cultura, pues es un primer paso en el camino hacia la socialización más allá de los límites de cada familia, con todo lo que ello implica en términos de autonomía (relacionarse con otros en ausencia del adulto significativo, destacar por sí mismo, hacer elecciones, tomar decisiones, resolver conflictos, plantear opiniones, etc.).

Pero sobre todo, invitamos a reflexionar sobre la importancia de una constante observación y auto observación, esto nos puede dar luces de cómo nosotros nos estamos involucrando en este proceso, asumiendo que no es algo que sólo compete al niño/a y que nuestro actuar puede facilitar esta experiencia al ofrecer espacios seguros, claros y confiables para la expresión emocional. Al observar de manera activa, reconocemos al/la niño/a como un/a otro/a, con ritmos, características, necesidades y expresiones propias que aún cuando sus reacciones tengan estrecha relación con lo que le sucede al adulto, es importante detenerse y evaluar qué necesita el/la niño/a y qué necesita el adulto, estableciendo así una relación de respeto y acompañamiento, propios de una crianza bientratante y abierta al aprendizaje.

Conflictos entre niños

 

Los adultos generalmente evitamos los conflictos, ya que en la mayoría de los casos nos parecen algo negativo. En otras ocasiones es necesario o inevitable enfrentarlos, y en esas circunstancias solemos contar con las herramientas necesarias para resolverlos, ya que por ejemplo, hemos aprendido a controlar nuestras emociones, sabemos solicitar apoyo, o llegar a acuerdos. De similar manera, en los niños y niñas los conflictos también suelen darse con frecuencia, sin embargo ellos no han adquirido algunas de las herramientas necesarias para poder enfrentarlos o resolverlos de forma satisfactoria, por lo cual en ocasiones es necesario que cuenten con nuestro apoyo para superar esos momentos difíciles y aprender de ellos.

Pensemos en dos niños, Amalia y Rubén. Ambos primos de alrededor de 4 años juegan en la casa de Amalia con los juguetes de ella. A ratos juegan solos, en sus movimientos y palabras se los puede ver y oir fantaseando, alegres y disfrutando del momento. A los pocos minutos inventan juntos un juego, crean roles, construyen escenarios imaginarios, representan personajes. En uno de esos juegos Rubén toma una de las muñecas de Amalia y la usa como una espada. Amalia, molesta porque Rubén ocupó así una de sus muñecas favoritas, le grita y le pega un manotazo. Rubén llora, la empuja y ambos lloran.

Volviendo al origen de los conflictos podríamos suponer que acá ocurrió lo siguiente: Rubén no sabía que esa era una de las muñecas preferidas de Amalia, y por lo tanto no podía suponer que Amalia se iba a enojar por que él la usara como espada. Por su parte Amalia creyó que Rubén estaba siendo descuidado con una de sus muñecas favoritas, y que la podía romper jugando así con ella. Así, el jugar de esa manera con la muñeca fue evaluado de distinta manera por los dos, en uno esto provocó alegría y en el otro molestia, por lo cual se generó el conflicto.

En este punto es importante tener en cuenta que los niños y niñas en muchos casos son capaces de solucionar los conflictos por sí solos, a traves de los recursos con los que cuentan y generando acciones autónomas. De esta forma es importante permitirles generar estas acciones y utilizar sus recursos, interviniendo como mediadores sólo cuando sus posibilidades de acción se vuelven insuficientes, y el conflicto permaneces a pesar de sus intentos, o se intenta resolver a través de conductas que puedan causar daño al otro.

Una de las acciones que podemos hacer para colaborar a que los niños y niñas adquieran herramientas que los ayuden a resolver sus conflictos es ayudarlos a identificar sus propias emociones. Así, en el caso de Ruben y Amalia es importante preguntarles que les ocurrió o sintieron en base a lo sucedido, y si no pudiesen expresarlo podríamos ayudarlos diciéndole por ejemplo “¿te enojaste con Rubén porque el usó como espada tu muñeca favorita?”. Y a su vez a Rubén le podríamos decir “parece que te asustaste con el grito de Amalia” o “parece que no te gustó que Amalia te pegara”.

El poder darnos cuenta cuándo y por qué estamos con pena, enojados, cansados, ansiosos, etc. es una herramienta muy importante para anticipar nuestras reacciones, y poder identificar también las emociones de los otros, lo cual entrega mayores posibilidades de acción y solución en las situaciones conflictivas.

De similar manera, otra forma de mediar en los conflictos y entregar herramientas emocionales a los niños y niñas es ayudarlos a identificar las consecuencias emocionales que sus actos generan en los otros. Así, en el caso de Rubén y Amalia, podríamos haberle preguntado a Rubén: “¿Qué crees que le pasó a Amalia?, y si él no puede identificar la emoción ayudarlo a través de apoyos como “Ruben, esa es la muñeca preferida de Amalia, y ella se enojó porque creyó que tú la podías romper…”. Por su parte, a Amalia le podriamos decir “Amalia, Rubén no sabía que esa era tu muñeca favorita, ¿Qué crees que sintió cuando le gritaste?…”. Este simple acto de traducir hechos a emociones, pensamientos o creencias, ayudará a que los niños vayan siendo capaces de anticipar ciertas reacciones y a identificar cuando posibles actos suyos puedan generar conflictos con otros.

El efecto que esto irá teniendo en los niños y niñas será sumativo, y permitirá que poco a poco niños y niñas aprendan a identificar sus emociones y a expresarlas de otras formas que no sean dañinas o agresivas hacia los otros, como por ejemplo, diciendo “no me gusta!” en vez de pegar un manotazo. Así, lo que se busca no es invalidar o reprimir la expresión de una emoción, sino que reconocerla y enseñar que esa emoción puede expresarse de distintas formas.

Este cambio en la forma de expresión es otra herramienta muy necesaria para resolver un conflicto, en la medida que niños y niñas van adquiriendo otras alternativas más asertivas para manifestar sus emociones, que permitan la descarga pero que no causen daño a otros. Para esto es muy importante que los adultos sirvamos como modelos de acción, mostrándoles con el ejemplo como poder expresar una emoción de forma que nos ayude a sentirnos mejor, sin agredir a otros.

Por lo tanto, es necesario que como adultos mantengamos la calma en esos momentos, y que les expresemos claramente lo que esperamos de ellos. En este mismo sentido es de gran relevancia que seamos coherentes, y no actuemos de manera distinta a la que decimos. Si nosotros agredimos a otros -o a ellos- cuando estamos enojados, niños y niñas aprenderán a agredir cuando lo estén, y generalmente el efecto de ver una conducta tiene un impacto mucho mayor en los niños y niñas que sólo las palabras.

Así por ejemplo, le podríamos haber dicho a Amalia “…te enojaste con Rubén, pero sabes, cuando uno está enojado no es bueno pegar, porque al otro le duele. ¿Te parece que cuando estés muy enojada en vez de pegar le digas: No es una espada!, y vayas donde mí y me cuentas lo que pasó para que te ayude?”. A su vez, a Rubén le podríamos decir: “Sé que no te gustó que Amalia te pegara, pero cuando eso pase no la empujes, dile NO y le pones la manito así (haciendo la señal de pare). Si ella sigue, vienes donde mí para que te ayude”.

Por último, es necesario que luego de un conflicto podamos ofrecer acciones de reparación de éste. Esto quiere decir que podamos ayudar a niños y niñas a reconciliarse, a superar ese momento difícil y que puedan volver a disfrutar de la compañía mutua, ambos habiéndose sentido escuchados, contenidos, y que se respetaron sus opiniones y emociones. Así es importante que les preguntemos qué necesitarían para pasar por ese momento difícil, qué es lo que les gustaría que el otro hiciera, y/o qué podrían hacer ellos para estar mejor.

De esta manera podríamos decirle a Amalia “¿Que te gustaría que hiciera Rubén para que se te pase la penita?” O “¿qué podríamos hacer para ayudar a Rubén, que está asustado?”. En este punto hay que ser muy cuidadosos de no obligar a niños y niñas a hacer cosas que no les hacen sentido o no necesitan, y que pueden tener el efecto contrario al esperado, como generar más rabia o pena. Así, hay que ser muy respetuosos de sus capacidades, opiniones, tiempos y necesidades, no pidiéndoles cosas que no pueden hacer, no quieren o no necesitan.

Todo esto ya que muchas veces es el deseo, interés, o forma de vivenciar adulto, el que prima en la forma en que los padres intervenimos cuando los niños y niñas tienen conflictos entre ellos. Nos gusta que los niños y niñas “se porten bien”, “sean obedientes”, “generosos”, y les pedimos o exigimos que actúen en base a estas expectativas nuestras, pero que no están acordes con las capacidades o necesidades de ellos, exponiéndolos por lo tanto a más estrés del que el conflicto ya generó.

De esta manera podemos ver como los conflictos, que generalmente son percibidos como algo indeseable o negativo, pueden convertirse en algo positivo, en una oportunidad de fomentar el desarrollo de nuestros hijos, fortaleciendo además el vínculo que tenemos con ellos.

Al ayudarlos a enfrentar un conflicto de las formas que hemos visto, fomentamos en ellos un desarrollo emocional que será un gran recurso en su vida, ayudándolos a prevenir dificultades y entregándoles las herramientas para afrontarlas. A su vez, fortalecemos el vínculo afectivo con ellos, al convertirnos en figuras que entregan calma, seguridad, comprensión y apoyo en los momentos difíciles, lo cual es la clave para el desarrollo de un apego seguro, y el establecimeinto de relaciones sanas y satisfactorias.