“Sé que no soy un niño de 10 años común y corriente, digo… hago cosas comunes y corrientes, como helado, ando en bici, soy muy bueno en los deportes… bueno, al menos en mi Xbox. Me encanta Minecraft, la ciencia y disfrazarme para Halloween. Adoro jugar con el sable de luz con mi papá y ver películas de la Guerra de las Galaxias con él y molestar a mi hermana mayor, y sueño con ir al espacio exterior como cualquier otro niño… solo que no me veo normal cuando hago esas cosas (…)”.
Esta es la presentación de Auggie Pullman, protagonista de la película estadounidense, Extraordinario (Wonder, título original en inglés), la cual nos cuenta la historia de un niño de diez años con un extraño síndrome llamado Treacher Collins, el cual consiste en una malformación craneofacial congénita. En la película, el niño ha sido sometido a más de veinte intervenciones en su rostro, sin embargo, continúa atrayendo las miradas de la gente, razón por la cual se oculta todo el tiempo bajo un casco de astronauta.
El protagonista, luego de años recibiendo clases particulares de su madre, se enfrenta al desafío de ingresar como estudiante a una escuela primaria convencional, lo que supone confrontar sus propios temores y los de su familia, dinámicas de bullying escolar, pero también adquirir múltiples aprendizajes tanto para él, sus seres queridos, amigos y toda la comunidad educativa.
Es así como esta maravillosa y recomendada película nos sumerge en la vereda de la inclusión, donde a pesar de las vicisitudes que enfrentó inicialmente el protagonista, su proceso de adaptación fue sobrellevado de manera exitosa en compañía de sus pares y adultos que le mostraron respeto y valores que están por sobre la apariencia física.
En nuestro país, a propósito de la promulgación de leyes en esta materia, es que principios como la no discriminación y la igualdad de trato en los sistemas educativos fueron recogidos a partir de la Observación General N°13 del comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales -respecto del artículo 13, del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales-, sirviendo de base para una educación inclusiva que pretende asegurar el pleno derecho a la educación de niñas, niños y adolescentes, promoviendo el respeto entre todos los miembros de las comunidades.
Según un acercamiento que realiza el Ministerio de Educación, la educación inclusiva se define como un camino formativo sustentado en el reconocimiento de la igualdad de todas las personas, en dignidad y en derechos, en el respeto a las diferencias y la valoración de cada integrante de una comunidad educativa, poniendo énfasis en aquellos estudiantes que enfrentan mayores barreras para la participación y los aprendizajes durante sus trayectorias educativas.
Es en ese contexto que, leyes y circulares recientes como la ley de Inclusión Escolar (Ley 20.845), la ley que modifica y complementa el sistema educativo (Ley 21.544), la ley del Trastorno del Espectro Autista (Ley 21.545), circulares como la N° 707 y 586 del Ministerio de Educación, y el proyecto de Ley sobre Convivencia Escolar, prevén la normativa y medidas concretas de cumplimiento de los derechos de párvulos y estudiantes en sus establecimientos, promoviendo la igualdad de trato, favoreciendo condiciones necesarias para el acceso y permanencia de los estudiantes y garantizando espacios protegidos e inclusivos para niñas, niños y adolescentes conforme a su interés superior.
Katherine Martínez, abogada coordinación Laboral e Infancia, Dirección Jurídica de Fundación Integra.